domingo, 8 de julio de 2012

Se reduce el pago en efectivo


Analistas evalúan el uso de la tecnología y las compras en EEUU
Universia Knowledge@Wharton
¿Se olvidó las monedas para el parquímetro? No se preocupe. Un número cada vez mayor de ciudades ofrece ahora máquinas automáticas que aceptan tarjeta de crédito o aplicaciones que permiten al consumidor pagar con el smartphone.
¿Necesita dinero para pagar el peaje de la autopista? No si tiene un pase de acceso fácil u otro sistema de cobro electrónico que deduce el pago de su cuenta de prepago cuando pasa por el puesto de peaje. Hay inclusive vendedores callejeros que hoy trabajan con máquinas de lectura de tarjeta conectadas al smartphone o a la tableta. Gracias a ésas y a otras innovaciones tecnológicas, parece que el consumidor ya no tiene motivos para pagar en efectivo. El hecho es que muchos profesionales del sector bancario, economistas y personas de diversas áreas que defienden esa idea ya han probado que es posible pasar varios días sin dinero en el bolsillo. ¿Pero está EEUU preparado para esa sociedad sin dinero en efectivo?
La mayor parte de los observadores parece creer que aunque haya tecnología que permita vivir una vida sin dinero en efectivo, la sociedad aún tiene un largo camino por recorrer hasta que todos los pagos se puedan hacer así. “No es imposible, pero no va a suceder de la noche a la mañana. Pero estoy convencido de que estamos caminando hacia una sociedad que ya no usará dinero para efectuar pagos”, dice Shawndra Hill, profesora de Gestión de las Operaciones y de la Información de Wharton.
La única razón por la que el consumidor no va sin dinero es porque teme que los bancos y las tiendas puedan tener acceso a sus informaciones personales y a otras referentes a compras hechas por él, observa Hill. “Mucha gente [...] no quiere que todos sus pasos estén documentados”, dice. Ron Shevlin, analista senior de Aite Group de Boston, añade que el perfil demográfico de la población es otro motivo por el cual el dinero continuará en circulación durante un buen tiempo. “Las personas más mayores no están dispuestas a renunciar al dinero en efectivo, tampoco buena parte de los baby boomers [generación de americanos nacidos en la posguerra]“.
La verdad es que el consumidor, independientemente de la edad, está hoy más dispuesto que en el pasado a garantizar la posesión de un volumen mayor de efectivo. Según los datos más recientes de operaciones hechas en los cajeros proporcionados por la Reserva Federal (Fed), en 2009 el consumidor retiró un total de $629,000 millones, un aumento del 3% respecto a 2006. La Fed informó también que la utilización de la tarjeta de crédito está en declive: en 2011, el consumidor tenía $803,800 millones en líneas de crédito, la mayor parte de ellas en forma de tarjeta de crédito, lo que representa una caída del 15% respecto a 2007. Se puede, sin embargo, atribuir parte de esa estadística al hecho de que el consumidor está buscando apretarse el cinturón y recortar gastos debido a la crisis.
Aunque aún estemos muy lejos de una sociedad sin dinero, los especialistas prevén que el uso de la moneda disminuirá en los próximos años. En realidad, el uso del dinero debería experimentar una caída del 3% al año hasta 2015, según el informe de 2010 de Aite Group titulado “Una sociedad con menos dinero: previsión del uso de dinero en Estados Unidos”.
El consumidor, un enigma
La comodidad es sin duda alguna el mayor beneficio para el consumidor cuando se trata de una vida sin dinero en efectivo. Ya no necesita buscar una sucursal bancaria o un cajero antes de hacer compras. En realidad, las aplicaciones de pago móvil permiten hacer una compra aunque el cliente no tenga la tarjeta de crédito a mano. Además de pagar con la tarjeta o con el smartphone, existe todavía la conveniencia de tener el registro electrónico de la transacción.
Pero el consumidor siempre paga un precio por disfrutar de esas ventajas. Por un lado, existe la tentación de gastar demasiado con la tarjeta de crédito, ya que las compras son del tipo “compre ahora, pague después”. Por otro lado, robar datos de la tarjeta de crédito o informaciones de débito es mucho más simple que quitarle el dinero a una persona. “El extracto de la tarjeta viene cada mes, y cada mes hay que revisarlo, porque existe siempre el riesgo de perder la tarjeta o de que alguien se apropie de su número”, dice Jack Guttentag, profesor emérito de Banca internacional de Wharton.
La vida sin efectivo trae consigo otras cargas financieras que no son visibles de forma inmediata. Prácticamente todas las tarjetas de débito prepago, por ejemplo, traen consigo tasas de activación y de mantenimiento. Aunque la gente pague su tarjeta de crédito cada mes para evitar gravámenes financieros, es probable que exista una tasa anual, sobre todo si forma parte de una promoción de “puntos” o de algún otro plan de bonificación. Las tarjetas de débito imponen sanciones sobre los descubiertos. “Con el dinero, no hay nada de eso”, observa Jeremy Tobacman, profesor de Políticas públicas y de Negocios de Wharton. “Solemos olvidarnos fácilmente de eso, pero la diferencia no es para nada trivial. En la mayor parte de las transacciones electrónicas, el consumidor casi siempre paga alguna tasa”.
Instituciones bancarias y administradoras de tarjeta de crédito se mueven por intereses personales en sus intentos de convencer al consumidor de que no use efectivo. En 2011, las administradoras de tarjetas divulgaron ingresos por valor de $154,900 millones, según datos de R. K. Hammer, empresa de consultoría del sector. Otro estudio de la misma empresa informaba que, en 2011, los ingresos procedentes de tarifas sobrepasaban los ingresos procedentes de intereses de todas las administradoras de tarjetas (incluyendo las tarjetas de crédito, débito y de prepago). Aunque las tarifas sobre descubiertos hayan presentado una caída respecto a años anteriores debido a las nuevas regulaciones federales, su total fue de $31,600 millones en 2011, según datos de la empresa de investigaciones Moeb Services.
En el caso de los bancos, mientras menos dependa el consumidor de billetes y de monedas, mayor es la posibilidad de cobrar tarifas sobre los ingresos, menor la posibilidad de que vaya a las sucursales físicas, menor el número de trabajadores necesario para lidiar con transacciones en dinero. “Para las instituciones financieras, todas las innovaciones en la forma de pago constituyen una fuente de ingresos”, dice Guttentag. “Los pagos hechos con dinero en efectivo son mucho menos rentables, además de muy incómodos”.
Otra ventaja para los bancos y las tiendas minoristas que reciben pagos por medios electrónicos es el acceso precioso a los datos del cliente en cada transacción. Shevlin dice que las tiendas que guardan el registro de los hábitos de compras de los consumidores pueden usarlo en provecho propio. “Es importante para las empresas saber cómo gastan las personas su dinero”, dice.


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